Telegrama, no tuit
Igualmente, podría establecerse una cronología con el sombrero, que muy probablemente no se ajusta del todo a la realidad, para demostrar hasta qué punto no sólo los hechos, los usos, sino la sicología define la configuración de los objetos. El sombrero que en una sociedad aún en contacto con la naturaleza, acostumbrada a desenvolverse al aire libre, surge de la necesidad de protegerse del sol. El sombrero que, cuando unas generaciones después esa misma sociedad se vuelve sedentaria, sustituye el arado por la oficina, pervive no como elemento funcional sino por razones meramente estéticas, como símbolo inequívoco de elegancia. El sombrero que, otras cuantas generaciones después, precisamente como reacción de las nuevas, por su necesidad de diferenciarse, pierde su distinción, adquiere la condición obsoleta de sus antiguos portadores –primero desprovisto de valor utilitario, después del ornamental- y desaparece.
Carlos Cachón
Igualmente, podría establecerse una cronología con el sombrero, que muy probablemente no se ajusta del todo a la realidad, para demostrar hasta qué punto no sólo los hechos, los usos, sino la sicología define la configuración de los objetos. El sombrero que en una sociedad aún en contacto con la naturaleza, acostumbrada a desenvolverse al aire libre, surge de la necesidad de protegerse del sol. El sombrero que, cuando unas generaciones después esa misma sociedad se vuelve sedentaria, sustituye el arado por la oficina, pervive no como elemento funcional sino por razones meramente estéticas, como símbolo inequívoco de elegancia. El sombrero que, otras cuantas generaciones después, precisamente como reacción de las nuevas, por su necesidad de diferenciarse, pierde su distinción, adquiere la condición obsoleta de sus antiguos portadores –primero desprovisto de valor utilitario, después del ornamental- y desaparece.
Carlos Cachón
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