Escuela Monterssori . Almere
Carlos Rubio Zugadi . PFC ETSAM . Tutor: Jesús Ulargui Agurruza
Una escuela infantil y un centro social de ancianos. Dos personajes, niños y ancianos, que se integran en un único proyecto. Dos programas que se complementan para formar un espacio protegido, un patio conquistado a los árboles de la península de Almere, en la que se sitúa el edificio. El niño mira hacia dentro, protegido de las inclemencias exteriores; el anciano se vuelca hacia el exterior mirando al lago.
Escuela Montessori y Centro Social de Ancianos en Almere
Entre los árboles serpentean muros de hormigón que giran, avanzan y se retuercen encontrando espacios que se convertirán en las aulas y espacios de trabajo. En su paseo por el bosque los muros definen rincones en los que suceden los acontecimientos, eventos y actividades.
En el interior, una calle recorre el edificio dibujando un proceso de crecimiento, desde el niño al joven, desde el juego a la verdad. La calle es un espacio hecho de rincones, un espacio capaz del todo y la nada, lleno o vacío, abierto o cerrado. Las puertas adquieren una vital importancia en la transformación del espacio. Con las puertas abiertas, el pasillo, la calle, invade todo y convierte las aulas en rincones de un complejo espacio. Con las puertas abiertas la escuela consta sólo de cuatro aulas, juego, arte, letras y ciencias. Con las puertas cerradas aparecen cuarenta aulas consolidadas, lugares del aprendizaje ordenado. En esas aulas, unos muebles de madera ordenan el espacio y definen los paradigmas del aprendizaje en la escuela, el descanso, el grupo o la investigación entre otros. En estos muebles el niño encuentra su espacio de aprendizaje, un edificio a su escala.
Carlos Rubio Zugadi . PFC ETSAM . Tutor: Jesús Ulargui Agurruza
Una escuela infantil y un centro social de ancianos. Dos personajes, niños y ancianos, que se integran en un único proyecto. Dos programas que se complementan para formar un espacio protegido, un patio conquistado a los árboles de la península de Almere, en la que se sitúa el edificio. El niño mira hacia dentro, protegido de las inclemencias exteriores; el anciano se vuelca hacia el exterior mirando al lago.
Escuela Montessori y Centro Social de Ancianos en Almere
Entre los árboles serpentean muros de hormigón que giran, avanzan y se retuercen encontrando espacios que se convertirán en las aulas y espacios de trabajo. En su paseo por el bosque los muros definen rincones en los que suceden los acontecimientos, eventos y actividades.
En el interior, una calle recorre el edificio dibujando un proceso de crecimiento, desde el niño al joven, desde el juego a la verdad. La calle es un espacio hecho de rincones, un espacio capaz del todo y la nada, lleno o vacío, abierto o cerrado. Las puertas adquieren una vital importancia en la transformación del espacio. Con las puertas abiertas, el pasillo, la calle, invade todo y convierte las aulas en rincones de un complejo espacio. Con las puertas abiertas la escuela consta sólo de cuatro aulas, juego, arte, letras y ciencias. Con las puertas cerradas aparecen cuarenta aulas consolidadas, lugares del aprendizaje ordenado. En esas aulas, unos muebles de madera ordenan el espacio y definen los paradigmas del aprendizaje en la escuela, el descanso, el grupo o la investigación entre otros. En estos muebles el niño encuentra su espacio de aprendizaje, un edificio a su escala.
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